Una anécdota más bonita todavía...

>> 19 septiembre, 2006

Una anécdota es una narración en la que se impregna una carga de diversión. Así que preparen un mullido asiento, un pañuelo de dimensiones descomunales y...¡tomen mucho aire!
Esto ocurrió hace unos años, cuando tres brujas aburridas, abrurridísimas ...¡que digo! Hiper-aburridísimas, en sano consejo gregoriano, decidió en consunado acuerdo ir a comprar elementos de...¡bueno, zapatos!
Así en patota y sin previo aviso, ingresan a la Zapatería X ( desde ese momento cambió de nombre... ahora ni siquiera es zapatería ¡cómo habrá sido!) y un mozuelo, joven y comedido se ofreció para atender los requerimientos zapateriles de las féminas ( ¡ si lo hubiera sabido, jamás se habría atrevido a decir esta boca es mía!). En un santiamén sus ojillos, con tantas excepciones que debía considerar al momento de traer las cajas de zapatos, comenzaron a dar vueltas como molinos de viento sin freno de mano. Armado de paciencia y evitando marearse, con los números y colores, anotó en un papelito lo que le iban solicitando, de a una ( aún así, tres brujas ¡ son capaces de marear, al más santo varón, que se les cruce!).
Acto seguido, el vendedor, ingresa al salón con diez cajas de zapatos...una a una fueron examinadas por ojos brujos y ninguna convencía a la tropa... De pronto, una ..¡la más bruja! divisa, entre los estantes uno , que le cuadraba con lo que solicitaba...¡pero había un detallito! ...¡no era el color!. El serivicial vendedor, inexperto y con ansias de vender, para lograr la comisión esperada, sube a una escalera, para averiguar si entre las demás cajas contíguas, habría un par de zapatos, con el color esperado ( ¡para qué!, hubiera sido mejor que no lo hiciera, ¡hoy estará arrepentido toda su vida!).
En medio de todo el jaleo, cajas, brujas, ...¡en fin! ¡jaleo! una de las tataguas se apoya en la escalera, la que se corre como de sopetón, produciendo que el niño quede colgado de las manitas y sujeto al borde de la estantería, que al poco tiempo , se comenzó a mover. Imaginen, ¡gritos, risas! y... el clásico ¡auxilio!. Vean el paisaje ...la escalera...¡ ni cuentas de cerca!, el joven..¡ colgado! cual estandarte y sin ser fecha patria. De ponto un ¡crasch! y la estantería se parte en dos, viniéndose al barranco el jovencito, que azota ferozmente contra las cajas, de espaldas y sin paracaídas. ¡Quedó cual crucero de Iglesia medieval! ¡Desparramado de todo a todo! ¡Desencajado! ¡Asustado! Aún así, se levantó como flash ( sin ser Flash Gordon) , medio patitieso y desvencijado. Fulminó con su mirada a las tres mujeres, que mudas ( ¡por vez primera!) le preguntaron si se había hecho daño. Como no podía decir nada ( por respeto, por orgullo, o por lo que fuere...) sólo dijo:- ¡no, gracias! , dando media vuelta sobre sus talones hasta desaparecer tras un cortinado.
Las mujeres, ante tamaña situación, pues dijeron que volverían más tarde, a los demás vendedores, que miraban con cara de signo de pregunta ( ¡o de susto!, ya que les correría un sudor frío el sólo saber que volverían ¡"más tarde"!) .
Consunado el despropósito brujeril, se dieron cuenta que habían no sólo matado el aburrimiento sino pertrechado una brujería más...
Hasta los días presentes, el pobre muchacho, cada vez que las topa, sólo atina a desaparecer como alma que lleva el diablo, o como alma que pena, de cualquier forma... ¡pobre alma!.

Regina Noctis

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